viernes, 22 de marzo de 2019

Nuestros amos también son esclavos



Nuestros amos también son esclavos


La pantalla era enorme, tanto que ocupaba toda la pared de la habitación, por ella se proyectaban las 24 horas todo tipo de programación y para todos los gustos.  La pantalla era tan grande que se hacía difícil no mirarla, casi imposible escapar de ella. 

La pantalla estaba en todas las habitaciones  y a su vez todos tenían una tamaño bolsillo.  Todo, todo se podía hacer con ellas o a través de ellas.   Todos los deseos eran saciados.   Nadie se dormía  sin antes contemplar su pantalla.  Creíamos que podíamos  controlarlo todo a través de ellas pero la verdad es que ellas lo estaban haciendo por nosotros.  Ellas y los que estaban detrás de ellas, como si fuera una droga, una forma de control a la inversa.  Nos daban el poder, cada uno podía elegir qué ver o qué hacer con ellas pero la verdad era otra.  La verdad era esa que nadie quería aceptar.

Cada vez había más silencio, la gente ya no se hablaba, ni se miraban.  Todos empezamos a perdernos sin saberlo.   Nadie decidía solo, porque lo que decidían tenía relación directa con lo que habían visto en sus pantallas.  Nos creíamos libres, felices, amados, pero estábamos cada vez más solos.

Nos volvimos esclavos sin saberlo, nos creíamos los amos pero la verdad es que no había nada, nos convertimos en los amos de la virtualidad.  Perdimos el control, parecíamos tan comunicados pero no, nada de eso, sólo apariencias.   Todos veíamos el final, todos veíamos la realidad, pero preferíamos seguir mirando la pantalla, creyendo la mentira, otros quizás ni se daban cuenta, caían en las redes, ya estaban poseídos.  Y estaban los otros, los que jugaban detrás de las pantallas, los que jugaban con nosotros, me los imagino riendo como villanos a carcajadas, tirando billetes al aire, oliéndolos y volviendo a reír, tan solos y esclavos como nosotros.

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